Quién teme al lobo feroz - Motriko - Psicoterapia y Psicomotricidad
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Quién teme al lobo feroz

Los lobos están en peligro de extinción, y cuánto nos duele pensarlo. Pobres lobos viejos, lobos salvajes, tratando de sobrevivir en sus bosques menguantes frente al asedio imparable del ser humano. Hermoso mamífero, temido depredador, versión salvaje de nuestro fiel amigo, animal en manada o cazador solitario, tan necesario para el equilibrio del ecosistema, poco a poco sus defensores ganan terreno y consiguen incluirlo en el catálogo de especies amenazadas y protegidas.

No sabemos si por casualidad, resulta que los lobos de los cuentos también están en peligro de extinción. Hoy en día regalamos a los niños cuentos edulcorados, burbujas de tranquilidad donde nunca pasa nada malo, donde los lobos son buenos, donde al final todo eran grandes malentendidos y nadie tenía mala intención. ¿Es ése el mundo al que se enfrentarán nuestros/as hijos/as el día de mañana? ¿Un mundo sin lobos ni depredadores?

Caperucita Roja, grabado de Gustave Doré

Realidad o ficción

Los cuentos y las novelas, las leyendas, los mitos clásicos y el teatro nos permiten pensar y resolver en el mundo simbólico las tramas más oscuras de nuestros corazones. Gracias a esos grandes relatos hemos podido entender mejor lo que nos inquieta, explorar nuevos caminos y las soluciones posibles a nuestras preocupaciones.

La danza de las ninfas y el Dios Pan, de Anne Louis Girodet De Roussy Trioson

Sin embargo, y aún cargados de buenas intenciones, hemos decidido ahorrarles a nuestros hijos todo ese sufrimiento. Ojos que no ven, corazón que no siente. Hemos olvidado que, si un cuento pasa de generación en generación con tanto éxito, es porque da voz a un conflicto interno fundacional, transgeneracional y probablemente universal. No queremos que pasen miedo, tampoco queremos que aprendan a matar. Quizás desde el más genuino pacifismo preferimos que sean corderitos dóciles, que nunca tengan que enfrentarse a ningún conflicto, que no conozcan la maldad humana ni la desgracia, que no sepan defenderse o poner límites porque en realidad no lo necesitan. 

La ovejita que vino a cenar, de Steve Smallman y Joelle Dreidemy

Sin embargo, a nadie se le ocurrió pensar que Shakespeare iba a convertirse en un sádico por andar escribiendo obras de teatro sanguinolentas. ¿Por qué deberían nuestros hijos convertirse en “malas personas” (qué querrá decir eso) o vivir atemorizados por andar leyendo libros protagonizados por lobos feroces y cazadores?

¿Quiere eso decir que la alternativa pasa por exponerlos a cualquier escena violenta “para que aprendan” cómo es el mundo real? Por supuesto que no. Nosotros como adultos seremos el filtro, les ayudaremos a entender el mundo que les rodea poniendo palabras, compartiendo hipótesis, haciendo lecturas con diferentes capas de complejidad para cada tema según la etapa evolutiva en que se encuentran. Los introducimos poco a poco en el mundo adulto, sin mentiras pero con metáforasy símbolos que les ayuden a hacer la realidad un poco más digerible.

Niños buenos y felices

También se intuye en todo esto una cierta romantización de la infancia, esa época de la vida llena de bondad, pureza, generosidad y felicidad. Ese pasado que los adultos anhelamos donde supuestamente no teníamos “nada importante” por lo que preocuparnos. No nos damos cuenta de que, perpetuando esa romantización, invisibilizamos los conflictos internos y el dolor que atraviesan los niños en nuestra sociedad. Si les robamos al lobo de los cuentos, los dejamos solos con sus peores temores.

Pulgarcito, grabado de Gustave Doré

No es fácil pensar que nuestros hijos sufren: que tienen miedo a que dejemos de quererlos o los abandonemos, que tienen miedo a que no les dejemos crecer y hacer su vida, que a veces nos odian y quieren hacernos desaparecer, que se sienten desplazados por la llegada de un hermanito o de una nueva pareja, que se sienten culpables por la separación de sus padres, que tienen miedo a que alguien del cole les haga daño, que a veces tienen ganas de destruirlo todo… ¿Qué clase de padres seríamos si estuviéramos permitiendo tanto sufrimiento en nuestros hijos? Desde nuestro deseo salvador, también probablemente desde nuestro narcisismo, no queremos ser padres que fallan, que permiten el sufrimiento en sus hijos. Y así, sin querer, les impedimos desarrollar su propia autoconfianza, donde ellos superan por sí mismos, sin nosotros, la frustración y la adversidad. 

Willy el tímido, de Anthony Browne

El lobo feroz, las brujas, los gigantes y los fantasmas no eran otra cosa que eso: personajes que simbolizan una parte compleja de nuestras historias, una parte que nos atemoriza pero que nos ayuda a madurar, una adversidad que podemos superar con ingenio y a veces con la colaboración de otros. También con un poco de magia, es decir, con algo de optimismo y confianza en el futuro.

Hansel y Gretel salvados por el cisne blanco

Así, matar al lobo y llenarle la barriga de piedras no tiene que ver con alentar la caza del lobo salvaje de los bosques de Europa. Tiene que ver con la idea de la restauración de la justicia, con la seguridad en sí mismo, con hacerse mayor y enfrentar las situaciones difíciles de la vida, con la confianza en que si alguien intenta hacerme daño o aprovecharse de mí, encontraré la manera de salir airoso/a y alejarlo de mi vida. ¿Cómo voy a liberarme de una persona que me agrede a golpe de confetti o invitándolo a comer un trozo de pastel? 

Hansel y Gretel en la casa de la bruja

No podemos negar que, además, vivimos en una sociedad donde la rabia y la agresividad tienen muy mala prensa. Ser bueno o ser malo, víctima o victimario, ¿cómo acompañar a nuestro/a hijo/a cuando nos explica que un/a compañero/a de su clase le ha agredido? ¿Cómo gestionar una nota en la agenda que nos informa de la agresión a un/a compañero/a?

Olvidamos a menudo que la agresividad es una fuerza de vida, que nos permite defendernos y también vencer los miedos para superarnos a nosotros mismos. Que la agresividad en cada etapa del desarrollo tiene un significado distinto. Que en nuestros respectivos deseos hay inevitablemente situaciones de conflicto de intereses, donde tú y yo vamos a tener que negociar para poder seguir avanzando. Y que esos sentimientos hostiles, cuando conseguimos enfriarlos, organizarlos y elaborarlos, sirven para transformar el mundo que nos rodea en un lugar mejor para todos.

Gretel matando a la bruja para salvar a su hermano

Un lobo para cada uno/a 

Seguramente, lo más maravilloso de los cuentos infantiles es cómo una sola figura puede encarnar a tantos personajes distintos. Una madre embarazada, un padre furioso, un profesor autoritario y caprichoso, un abusador. Ese lobo hambriento y malvado que engaña y traiciona, esa barriga grande y gorda llena de niños, esos dientes gigantes, esos ojos que todo lo vigilan, esa cola peluda, esas manos fuertes para agarrarte mejor… cada elemento está dotado de una carga afectiva y simbólica tan grande, que cada niño y cada niña tomará del lobo lo que mejor represente su conflicto interior. ¿Cómo va a ser un favor privarlos de tan gran abanico de posibilidades?

Caperucita Roja, de Adolfo Serra

Dicho todo esto, no temas tanto por ellos. Coge la mano de tus hijo/as y aventúrate con ellos, que están deseosos de hacerlo. Juntos podréis atravesar los bosques más oscuros y tenebrosos de Europa. Ahora más que nunca debemos decirlo: que los aullantes lobos os acompañen.

Grabado de Gustave Dore